· A sólo cinco años de su creación crece como la espuma en todos los aspectos (usuarios, valor económico, prestigio), al permitir que el gran público pueda ‘sostener un idilio’ con los famosos
Se ha convertido en una poderosísima red social, protagonista tanto en las revueltas árabes como en el ascenso y caída de personajes famosos.
Twitter afronta su quinto cumpleaños mañana 21 de marzo con 200 millones de cuentas en todo el mundo y 130 millones de tuits al día. Es ya un caos de información —pública y privada, relevante y accesoria, seria y en broma, trascendente y cotidiana, canalizada por amigos, celebridades, desconocidos, empresas y medios de comunicación.
Es un momento dorado para la red social, popularizada entre el gran público gracias al idilio sostenido con famosos y medios de comunicación, pero que ha mantenido el tipo informativo desempeñando un papel clave en un acontecimiento histórico como son las recientes rebeliones en los países árabes. México se ha apuntado a la Twitterrevolución con energía: según la empresa Sysomos —dedicada a analizar el impacto de las redes sociales—, México es uno de los países que más utiliza Twitter.
Según un informe de la firma, Estados Unidos encabeza la lista con 50.88% de usuarios en Twitter, en segundo lugar se encuentra Brasil con 8.79% y en tercero, Reino Unido con 8.79%. México ocupa la posición 11, con 1.11%.
Si Facebook triunfó al descubrir que en realidad a los humanos nos importa menos la privacidad que las relaciones, Twitter probó que las comunicaciones cortas y rápidas sirven para casi todo. Sus mensajes están limitados a 140 caracteres. Si lo que se desea explicar no cabe, se enlaza fuera, a una foto recién tomada, un reportaje, un blog.
“La experiencia tuitera es distinta para cada usuario porque cada uno la regula a través de la gente que decide seguir y al revés; el contenido que publicas define quién te va a seguir. También es asimétrica en la amistad. Cualquiera puede seguirte y no hay necesidad de un seguimiento mutuo”, explica el profesor de la Universidad de Navarra José Luis Orihuela. Él sigue a mil, pero le siguen 120 mil.
Cuando alguien se da de alta, se le sugiere empezar a recibir sus mensajes, junto a los de otras personas y organizaciones de lo más dispar. A partir de ahí, el recién llegado deberá empezar a buscar conocidos y a construir su red. Decidir si le interesa la vida cotidiana de los futbolistas, hablar con los amigos o retransmitir en directo lo que emite la CNN.
Como la vida misma
Twitter es cruel y muestra quizá mejor que ninguna otra red social las relaciones desnudas visibles como alambres. Lady Gaga es seguida por 8 millones y medio de personas, mientras a miles de anónimos no les hace caso nadie. Son habituales las celebridades de la red desconocidas en la calle, los periodistas con más eco que sus propios medios o los subordinados más populares que sus jefes.
En Twitter, si te rodeas de gente interesante, te llegará información interesante. Y si dices algo relevante y ocupas la posición correcta en la red, tu mensaje puede obtener repercusión mundial instantánea. Como en la vida misma, pero de una forma infinitamente más sencilla y veloz. Los más populares no son los más influyentes. Las cuentas de los medios son responsables de la mayoría de los temas calientes (trendingtopics), que los usuarios filtran y difunden a toda velocidad: su vida media es de 20 a 40 minutos, según un estudio de HP.
Desde su puesta en marcha, prácticamente todas las grandes noticias han saltado primero en Twitter. Impensable hace cinco años hasta para su fundador, Evan Williams, que ya había tomado parte en otro terremoto informativo anterior creando ni más ni menos que Blogger, la temprana herramienta de publicación sencilla de blogs que vendió a Google en 2003.
Williams pensó en Twitter como una forma divertida de comunicación entre familia y amigos, y junto a Jack Dorsey y Biz Stone ideó un prototipo en un par de semanas. Los earlyadopters tecnológicos, que se apuntan a todas las novedades por el placer de seguirlas, descubrieron que conversar ahí era más sencillo que hacerlo en otros espacios como los comentarios de los blogs. Pronto la comunidad le encontró otras utilidades: inventaron el retuit (RT, una forma de repetir el tuit de otra persona), se organizaron con hashtags para poder seguir conversaciones (etiquetas marcadas con el símbolo de la almohadilla #) y poco a poco la conversación cotidiana y casual se mezcló con la actualidad.
Hoy, la empresa se toma muy en serio a sí misma: su objetivo es llegar a los mil millones de usuarios, una meta compartida con Facebook, y algunos analistas financieros calculan que vale 10 mil millones de dólares.
Es un polvorín
Usuarios y medios están aún aprendiendo que Twitter es un polvorín donde se mezclan lo público y lo privado, donde verdad y mentira vuelan a la misma altura. Las reputaciones se construyen o se destrozan con rapidez. En EU fue muy sonado el caso del periodista Nir Rosen, quien dimitió tras un comentario sobre la violación sufrida en Egipto por la enviada de la CBS. El título del artículo en el que se trató de explicar era elocuente: “Cómo 480 caracteres deshicieron mi carrera”.
El escritor Arturo Pérez-Reverte tuiteó sobre las lágrimas de despedida del ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos (quien salió del cargo en octubre de 2010), que “ni para irse tuvo hue...”. De inmediato, los usuarios se pusieron a hacer chistes sobre el comentario del escritor. Al académico le hizo gracia y se unió a los tuiteros, que lo recibieron encantados. Sus palabras fueron ampliamente recogidas en prensa y televisión. Meses después diría al respecto en un congreso sobre redes sociales: “Twitter es una charla de amigos, una barra de bar. Ocurrió como cuando un periodista saca de contexto una frase. Al día siguiente, dos ministros citaron mi nombre en el telediario. Trasladar un tuit tan crudo, aislado, descontextualizado... En Twitter, todo lo que digas será utilizado en tu contra. Estropea su espíritu. Hay que apelar al sentido común. No es un medio para dar una rueda de prensa”.
José Luis Orihuela replica que, más que un bar, Twitter es comunicación pública y que no se puede tomar a la ligera. Que los arranques de espontaneidad se pagan caro. Culpa en parte al hecho de que se use de forma móvil y rápida, desde cualquier lugar y momento. La viralidad del medio puede jugar a tu favor, pero también en tu contra.
Además, no es sólo cosa de adolescentes. Hay escritores, intelectuales, presidentes de Gobierno. Para todos ellos, las ventajas son muchas: se trata de una herramienta de marketing barata, efectiva y fácil de manejar. La desventaja es que se arriesgan a escuchar lo que no quieren oír.
El papel de Twitter como marco social de la televisión o segunda pantalla ha dado una grata sorpresa a la industria, que tras años buscando incentivar el directo para salvar la publicidad, se encuentran con que los espectadores lo prefieren... para poder charlar entre ellos.
En medio de la polémica
Mientras el potencial corporativo de Twitter ha ido dándose por hecho, el debate que lo rodeaba perdía interés a favor de otros asuntos. Uno, planteado por Nicholas Carr, es hasta qué punto nuestro cerebro está siendo transformado por tecnologías como Twitter, perjudicando nuestra capacidad para concentrarnos y reflexionar. Defiende que Internet nos está volviendo idiotas, mientras otros argumentan lo opuesto, que la tecnología nos obliga a evolucionar como especie. En cualquier caso, la herramienta, han reconocido psicólogos como Steven Pinker, engancha a nuestro cerebro gracias a la constante llegada de paquetes de información. Nada le atrae más que las pequeñas novedades. Actualizar. Ver mensajes nuevos. Actualizar. Mirar mensajes directos.
El segundo de los debates ha pasado en pocos meses de los teóricos de la red a los telediarios. ¿Puede cambiar el mundo Twitter gracias a sus portentosas capacidades para la comunicación? Hace sólo un año, la pregunta podía provocar risa. Ya no. Cuando la web de WikiLeaks fue inutilizada por la empresa que gestionaba sus DNS, los usuarios difundieron en segundos por toda la red las nuevas direcciones. Las acciones de Anonymous corren por Twitter como la pólvora.
Un ejemplo del poder revolucionario tuitero incluso sin Twitter es cómo usa la red desde Cuba la activista Yoani Sánchez. No puede ver su cuenta por la censura en la isla, así que tuitea a ciegas desde su móvil. A cambio, recibe SMS desde todo el mundo de sus 100 mil seguidores que le han ido informando, por ejemplo, de lo que sucedía en Libia o Egipto. Después, las noticias vuelan al estilo cubano, en CD o memorias USB.
Y en las rebeliones de los países árabes, Twitter ha ayudado en la organización de los activistas y servido como caja de resonancia internacional de sus acciones. Cuando Mubarak ordenó a los proveedores de internet desenchufar el país, usuarios de todo el mundo ayudaron a los egipcios a saltarse la desconexión y Twitter se alió con Google para crear un sistema que les permitiera tuitear mediante una llamada telefónica local.
“Las revoluciones, ni estas ni ninguna, no son producidas por Twitter o cualquier otra tecnología de comunicación, pero sin Twitter y otras redes sociales no habrían tenido la forma que tienen, no habrían sido tan espontáneas, ni de difusión tan rápida, ni tan autoorganizadas de forma flexible y poco controlable, sin partidos de vanguardia ni autoproclamados líderes”, explica el catedrático de sociología Manuel Castells.
Cortesia: http://www.vanguardia.com.mx/revolucionatwitterlasredessociales-678355.html