El intercambio de información personal que permite Facebook facilita mantener el contacto con amigos que viven en el extranjero o encontrar colegas apicultores en Brooklyn. Wikileaks, por el contrario, fomenta explícitamente las "filtraciones" de importancia ética, política e histórica y, como se ha podido apreciar, incluso los secretos de Estado, con la esperanza de reducir la corrupción y aumentar la responsabilidad política.
Ambas organizaciones están adquiriendo categoría y por eso son líderes, como ponen de manifiesto las elecciones de Time. Sin embargo, esta puede ser su época dorada. La tecnología hace que sea mucho más difícil mantener las cosas ocultas o silenciarlas una vez que se han hecho públicas. Pero es probable que el coste de sacar a la luz cuestiones antes privadas sea cada vez más evidente. Es probable que incluso Zuckerberg, que parece relativamente inofensivo y que controla ahora una enorme cantidad de información personal, se enfrente a las exigencias de una mayor responsabilidad por parte de los usuarios de Facebook. Assange, por su parte, ha optado por provocar a los Gobiernos y a las grandes empresas.
Pero tanto Facebook como Wikileaks están a la vanguardia de la explotación del poder de Internet para recopilar y difundir información que antes era confidencial. Cualesquiera que sean las restricciones que se impongan a cada modelo, el genio está fuera de la lámpara. La privacidad ya es la Persona del Año Pasado.

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